He leido hace poco en Verne, un reportaje muy interesante sobre cómo nos afecta el comportamiento la ropa que llevamos y he querido reproducirlo porque mas allá del código protocolario, psicologicamente hay un porqué en nuestras decisiones y el efecto de éstas.
Cuando hablamos de los efectos de la ropa que llevamos, solemos pensar en cómo afectará a los demás: qué llevar a una entrevista de trabajo o cómo parecer más guapo. Estos son algunos de los estudios que se han acercado al tema:
Los sombreros de frutas y la confianza
La psicóloga Emily Balcetis llevó a cabo un xperimento entre sus alumnos. Les pidió que recorrieran un camino transitado dentro del campus de la universidad. Algunos lo hicieron con su ropa habitual y otros se vieron obligados a vestirse como Carmen Miranda. Este disfraz incluía un vestido de hierba, un sujetador de cocos y un sombrero de frutas tropicales.
Después les preguntó cuánto creían que medía el trayecto recorrido. Los disfrazados de Miranda tenían la impresión de que habían caminado mucho más que quienes llevaban su propia ropa. Pero hubo unos cuantos a quienes el trayecto les pareció más corto que a nadie: quienes se habían presentado voluntarios para disfrazarse. El tiempo pasa volando cuando te diviertes.
De hecho, cuando estamos a gusto con lo que llevamos, ya sea un disfraz de Carmen Miranda o un traje gris, nos sentimos con más confianza. Este es el motivo principal para escoger la ropa que nos ponemos, según una encuesta entre 400 personas realizada por Karen J. Pine.
Conviene recordar un trabajo de Christoph-Simon Masuch y Kate Hefferson que vieron que la gente con un estado de ánimo bajo tiende a usar la ropa para “camuflar el cuerpo” y a usarla como “un escudo protector”, optando por prendas más oscuras y discretas.
¿Formal o informal?
Si te vistes con ropa más formal de la que sueles llevar, pensarás de forma más abstracta, probablemente debido al mayor sentimiento de poder, según un estudio de la Universidad de Columbia y de la Universidad Estatal de Nueva York.
Los trajes no solo influyen en nuestro comportamiento, sino también en cómo nos vemos a nosotros mismos. Las investigadoras alemanas Bettina Hannover y Ulrich Kuhnen hallaron que cuando vestimos como para ir a una boda tendemos a describirnos con adjetivos formales (pulcro, certero, estratégico), mientras que cuando llevamos prendas informales usamos adjetivos más relajados (agradable, tolerante o incluso torpe).
El peligro de los uniformes
Un experimento de Philip Zimbardo en 1971, este profesor de psicología reclutó a 24 estudiantes , que fueron divididos aleatoriamente entre prisioneros y guardias en una prisión falsa montada en el sótano de la facultad de psicología de la Universidad de Stanford.
Los participantes perdieron el control, aplicando medidas autoritarias y llegando a la tortura psicológica. El experimento se tuvo que cancelar al cabo de seis días.
Estos comportamientos fueron provocados por la estructura de poder que se creó, una estructura en la que también influía la ropa. Pine recuerda que los guardias y presos iban vestidos de forma similar a como lo harían en una cárcel de verdad. Y “cuando nos vestimos igual que los demás nos sentimos menos responsables de nuestras acciones”.
La curiosa relación entre los bañadores y las matemáticas
La psicóloga Barbara Fredrickson puso a hombres y mujeres a hacer problemas de matemáticas.
La mitad de ellos llevaba un jersey ancho y la otra mitad iba en bañador. Las mujeres en bañador obtuvieron peores resultados. En los hombres no se notó esta diferencia.
"Como los cuerpos de las mujeres están siendo evaluados continuamente por los demás -en especial por los hombres-, las mujeres acaban adoptando la perspectiva de los observadores sobre sus propios cuerpos. Miran su cuerpo como lo haría un hombre", escribe Pine. Y "cuando su cuerpo está siendo observado, las mujeres se preocupan por cómo los demás lo están evaluando", lo que contribuye a agotar sus recursos mentales.
El rojo
Si vas a hacer deporte, prueba con el rojo.
Unos atletas vestidos de rojo levantaron de media más peso que quienes iban de azul, según un experimento publicado por el Journal of Sport and Exercise Psychology en 2013 (y por Scientific American en 2016).
Los efectos de vestir de rojo se llevan estudiando desde los años 80, pero sobre todo desde el punto de vista de cómo nos ven los demás cuando llevamos este color.
En 2010 tres investigadores de la Universidad de Liverpool llevaron a cabo un estudio que reveló que los participantes consideraban más atractivos a quienes vestían de rojo, aunque no vieran la camiseta. Los autores concluyeron que vestir de este color influye tanto en el observador como en quien lo lleva. Hace que nos sintamos más guapos.
Los accesorios también tienen su peso. A los participantes de un estudio les dieron gafas de sol de marca y les pusieron una serie de tareas diseñadas para que pudieran hacer trampas en algún momento. Algunos optaron más a menudo por estas trampas. La diferencia: antes les habían dicho que sus gafas eran imitaciones (aunque no lo eran). No solo eso, también percibían el comportamiento ajeno como más deshonesto y menos ético. Es decir, es mejor llevar ropa barata que falsificaciones.
En 1982 los psicólogos Joan Kellerman y James Laird pusieron a varios estudiantes a completar una serie de tests. A la mitad de ellos les dieron gafas (sin graduar). Ninguno de ellos las llevaba habitualmente. Aunque las lentes no influyeron en los resultados reales, los participantes con gafas se describieron como más competentes, inteligentes y cultivados que el resto.
El estereotipo del intelectual con gafas es tan efectivo que el mero hecho de ponernos gafas ya puede hacer que nos creamos más inteligentes, aunque obviamente seamos igual de listos (o de tontos) que antes.
Fuentes: verne.elpais.com, Mind What You Wear: The Psychology of Fashion, Professor Karen J. Pine
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